Nuestra
Historia
La idea de Quida no nació en una oficina, sino en la vida cotidiana.

Durante los años que vivió en Francia, donde cursó un magíster y luego un doctorado, la ingeniera en informática, Carla Taramasco, compartió su día a día con muchas personas mayores. Eran parte del barrio, del edificio, de la vida común. Personas activas, autónomas, pero también expuestas a ciertos riesgos propios de la edad.
Un día cualquiera, una vecina se cayó. Al mes siguiente, otra necesitó ayuda tras una operación. Los miembros de la comunidad, sin hablarlo mucho, se cuidaban entre sí: notaban si alguien no salía, si la luz de algún departamento quedaba encendida toda la noche, si algo no parecía normal.
Esa convivencia dejó una pregunta rondando: ¿y si ese cuidado espontáneo pudiera transformarse en una herramienta? ¿Y si existiera una forma de acompañar sin invadir?
Así nació Quida.
Un sistema de monitoreo silencioso, que detecta cambios importantes sin cámaras, micrófonos ni artefactos que incomoden. Diseñado para quienes quieren seguir viviendo en sus hogares, con libertad y tranquilidad.
Porque cuidar no es interrumpir. Es estar ahí, cuando realmente hace falta.




Quida es un sistema respaldado por la ciencia
